Las sandías son un manjar de temporada adorado por personas de todas las edades, especialmente durante los calurosos meses de verano por sus cualidades refrescantes e hidratantes. Sin embargo, encontrar la sandía perfecta puede ser complicado, ya que su verdadera calidad solo se revela cuando se corta.
A la hora de seleccionar una sandía entran en juego varios factores importantes, como la forma, la apariencia y el color. Una sandía madura debe sentirse pesada al levantarla, ya que esto a menudo indica que está jugosa y completamente madura. Busque la mancha característica del melón, una mancha de color amarillo cremoso en la parte inferior de la fruta, opuesta al tallo. Una mancha verde o blanca generalmente indica que el melón no está maduro. Una corteza brillante es otro buen indicador de frescura.
Otro método rápido para comprobar la madurez es golpear suavemente la sandía. Un sonido profundo y resonante generalmente significa que la fruta está lista para comer. Busca melones que tengan forma redonda u ovalada, simétricamente, y evita aquellos con formas irregulares, ya que pueden indicar un desarrollo deficiente.
Para quienes se preocupan por su salud y nutrición, es fundamental distinguir entre las sandías cultivadas de forma natural y aquellas que pueden haber sido cultivadas con fertilizantes químicos. Una grieta notable en el centro de una sandía a menudo sugiere el uso de aceleradores de crecimiento sintéticos durante el proceso de crecimiento.
Curiosamente, los beneficios de la sandía para la salud se extienden más allá de su pulpa jugosa e incluyen las semillas, que a menudo se desechan pero ofrecen un valor nutricional impresionante. Tan solo 150 gramos de semillas de sandía secas contienen alrededor de 30,6 gramos de proteína, lo que supone el 61% de la ingesta diaria recomendada. Estas semillas son una fuente de aminoácidos esenciales, incluidos triptófano, ácido glutámico, lisina y arginina, que pueden promover la regulación de la presión arterial y la salud arterial.
Las semillas de sandía también son ricas en niacina, una vitamina B que favorece la digestión, la salud de la piel y la función nerviosa, junto con otras vitaminas B como la tiamina, la riboflavina, la vitamina B6 y el ácido pantoténico.
En términos de minerales, las semillas de sandía aportan magnesio, fósforo, hierro, potasio, sodio, cobre, manganeso y zinc, todos ellos contribuyen a la salud de los músculos y las articulaciones. La cáscara de sandía también contiene un mínimo de grasa y colesterol, pero es una fuente de citrulina, un aminoácido que ayuda en la desintoxicación del amoníaco, aumenta la energía y mejora la vasodilatación.
A menudo se pasa por alto que la cáscara contiene una mezcla de vitaminas y minerales esenciales, como las vitaminas A, C, D, E, B6 y B12, así como ácido pantoténico, hierro, calcio, magnesio, potasio, fósforo, zinc y selenio. . Estos nutrientes, junto con los antioxidantes, pueden ayudar a fortalecer el sistema inmunológico y prevenir problemas de salud como enfermedades cardíacas, inflamación de las articulaciones y diversos tipos de cáncer, incluidos los que afectan el colon, la próstata, la mama y el cuello uterino.
La sandía también es una excelente fuente de licopeno, un poderoso antioxidante que supera a los tomates en concentración de licopeno. El licopeno ayuda a reducir el colesterol LDL, protege contra enfermedades cardiovasculares, previene cataratas y reduce el riesgo de osteoporosis.
En resumen, la sandía no solo es un alimento sabroso e hidratante, sino también una fuente de nutrición, que ofrece los beneficios de la pulpa, las semillas y la cáscara. Elegir una buena sandía y disfrutar de todas sus partes puede proporcionar importantes beneficios para la salud, convirtiéndola en una opción fantástica para una dieta nutritiva.