Con tan solo cuatro años, Johnny Quinn, de Estados Unidos, sufrió una terrible experiencia. Mientras jugaba en un cobertizo, su perro tiró una vela, provocando un incendio que rápidamente lo consumió. Mientras el humo y el calor lo abrumaban, Johnny gritó pidiendo ayuda.
Por suerte, su hermana mayor, Leah, lo oyó y, con valentía, corrió entre las llamas para rescatarlo, sacándolo justo a tiempo. Los médicos revelaron más tarde que unos segundos más en el fuego podrían haber sido fatales. Johnny sufrió quemaduras graves en gran parte del cuerpo, lo que dio inicio a una larga y dolorosa recuperación.
A lo largo de los años, Johnny se sometió a 80 cirugías, pero lo más difícil fue aprender a aceptar su nueva apariencia. Evitaba los espejos, sintiéndose un “monstruo”, y se distanciaba de los demás por vergüenza. Pero a los diez años, Johnny comenzó a aceptar su singularidad y a trabajar en la autoaceptación.
Finalmente, fue a la universidad, se relacionó con otros y se unió a una organización que ayuda a personas con discapacidad. Decidido a marcar la diferencia, Johnny persiguió su sueño de convertirse en un modelo para inspirar a otros y demostrar que la verdadera belleza reside en la fuerza y el amor propio.