Durante seis años, Derek, de 58 años, se sometió a una extensa reconstrucción facial, pero los resultados lo dejaron irreconocible. Perdió un ojo, tenía dificultades para respirar y hablar, y dependía de una sonda de alimentación. A pesar de todo, seguía agradecido.
Tras agotar todas las opciones quirúrgicas, los médicos sugirieron un trasplante de cara, su última esperanza. El procedimiento, realizado en la Clínica Mayo, fue el más complejo hasta la fecha: reemplazó el 85 % de su rostro con la frente, los párpados, la nariz, la boca y la mandíbula de un donante. Los cirujanos reconectaron minuciosamente pequeños nervios para restaurar funciones vitales como parpadear, comer e incluso sonreír.
Tras nueve meses de espera, se encontró un donante disponible, y en febrero, el trasplante se realizó en dos días y medio. Un mes después, Derek vio su nuevo rostro por primera vez, un momento emotivo. Su madre, Lisa, recuerda cómo, por primera vez en años, nadie lo miraba en público.
Ahora capaz de hablar y sonreír, Derek abraza la vida como orador motivacional, creando conciencia sobre la salud mental y la prevención del suicidio. Él y Lisa han ayudado a familias a reconectar e incluso han salvado vidas gracias a su apoyo.
Derek espera encontrar el amor, casarse y formar una familia, objetivos que se hacen posibles gracias a un regalo extraordinario de la familia de un donante.
“No estás solo”, dice Lisa, enfatizando su misión de unir a la gente e inspirar esperanza.